"Ningún hombre es una isla". Así escribió el poeta John Donne en el año 1624 en su prosa “Meditación XVII”. Sin embargo, hoy muchas personas viven aisladas, se han convertido en una isla. ¿Cómo abandonar dicha soledad?
Primero debemos entender que somos seres sociales, pero no se trata solamente de estar conectados, como suele ocurrir hoy con las redes. Se trata, en primera instancia, de conectarnos con nosotros mismos. Ya estaba escrito en la entrada del templo de Apolo el aforismo “Conócete a ti mismo”. En otras palabras, el autoconocimiento es el primer paso, porque sin darnos cuenta, vivimos conectados de manera superficial, pendientes de los demás, sin mirar nuestro interior o reconocer quiénes somos. Nos enfocamos en lo que los demás dicen, hacen o exponen. La vida es más que un “Like”.
Por eso es tan importante el Arte de la autocompasión. Pero comencemos por comprender qué es la compasión. La compasión es más que la pena, significa sentir el dolor del otro, buscando formas o maneras de aliviarlo. La compasión es una acción, la pena es solo una observación del sufrimiento. Conlleva un sentimiento implícito de aliviar. Así comenzamos a entender por qué vivimos en una sociedad que le cuesta ser compasiva y la razón es que primero tenemos que ser compasivos con nosotros mismos para después serlo con los demás.
De ahí que la autocompasión sea un arte, porque además de tratarse de producir una belleza u obras humanas bellas, también implica un oficio, una habilidad, una destreza. Es decir, la habilidad o el oficio de ser autocompasivos. Podemos comenzar por aceptar nuestras imperfecciones, pues en general solemos ser muy duros con nosotros mismos. Las palabras que elegimos para hablarnos suelen ser a veces bastante duras. Por ejemplo: si cometimos un error o las cosas no salieron cómo esperábamos, puede que nos digamos, “Qué tonto que soy” o “Cómo pude ser tan estúpido”, y nuestro cerebro toma nota y se lo cree.
Pero si aceptamos nuestros errores y entendemos que tenemos imperfecciones, comenzamos a transitar el camino de las caricias positivas, es decir, aliviar nuestro dolor cambiando lo que nos decimos a nosotros mismos, dándonos una palmada al alma, diciéndonos “fue un buen intento, tan solo tengo que aprender cómo hacerlo o decirlo la próxima vez”. Conocernos nos permite amarnos y reconocer nuestras imperfecciones, no para culparnos, sino para saber cómo aprovechar nuestras virtudes y aceptar que tenemos imperfecciones, como todos. Al reconocerlo con nosotros mismos abandonamos nuestra isla y nos integramos con quienes nos rodean con ganas de sumar a la vida.
Entonces comenzamos a ser compasivos con nosotros y con los demás, y la vida se transforma en una belleza digna de ser vivida.